martes, 14 de septiembre de 2010

Revolution 909 ¿Salsa de tomates o cómplice de una huída?

Por Giselle Bortot A.

 Un bar oscuro, los jóvenes suben y bajan por las estrechas escaleras iluminadas por luces intermitentes de color verde. Afuera del lugar hay una enorme fila, entradas van y vienen, mientras otros bailan rap en la calle esperando su ingreso. Adentro está lleno de humo, todos bailan y repentinamente se empiezan a escuchar gritos alternado con la sirena de un carro de policía. Los jóvenes corren en todos los sentidos y salen del bar a toda prisa. Uno de los policías baja del carro a hacer una inspección y entre la multitud dispersa choca con una chica de pelo rubio que se detiene frente a él sin poder evitar ver la mancha de salsa de tomates que escurre por el cuello de la camisa blanca de este.
 Aquellos tomates convertidos en salsa nacieron de una semilla que se volvió árbol y dio tomates verdes que maduraron y fueron recogidos, llevados hasta fábricas donde los seleccionaron y transportados en camiones hasta supermercados donde fueron comprados por una anciana, madre de un policía, que preparó con ellos salsa de tomates para pasta.
El policía, hijo de una anciana, come pasta con salsa de tomates empacada por su madre dentro del carro de policía y chorrea el cuello de su camisa blanca con esta, se baja del vehículo para entrar a un bar clandestino lleno de jóvenes que bailan rap. Allí, mientras todos corren en forma dispersa, se choca con una chica rubia que no puedo evitar ver la mancha de salsa de tomates que escurre por el cuello de la camisa blanca de este. El policía la mira también, la chica corre, los demás huyen, el policía vuelve la mirada y está solo, afuera de un bar desocupado.

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