jueves, 23 de septiembre de 2010

La Presa, una obra de emociones y reflexiones

La Presa es una obra del escritor japonés Kenzaburo Oé, escrita en 1957 y premio Nobel de Literatura en 1994. La historia inicia narrando la caída de un avión enemigo, en el contexto de la Guerra del Pacífico, donde queda un único sobreviviente, un soldado negro que es tomado prisionero por los campesinos del pueblo y encerrado en un sótano. La historia es narrada a través de los ojos de un niño que vive en una pobre y olvidada aldea japonesa, con su hermano, su padre y rodeado de amigos y quien descubre en este ser extraño para sus ojos un animal salvaje, lleno de misterios y ansias por domesticarlo.
La historia gira en torno de este hombre, al que su color de piel lo hace ser visto como un animal,  y de un niño que tras encomendarle la labor de alimentar a “la presa” empieza a descubrir aspectos inesperados en este ser e inicia un culto alrededor de él junto con los otros niños de la aldea que admiran cada una de las cosas que este hombre hace.
Todo cambia cuando Chupatintas, un funcionario cojo de la ciudad, llega a llevarse a “la presa”, es aquí donde el niño, que es visto prácticamente como un héroe, descubre los sentimientos de amistad y de lealtad, pero a su vez se tiene que enfrentar con una realidad dolorosa para sus ojos, la de actos como la traición, la humillación y emociones como la cólera, que lo hacen madurar y tomar decisiones inesperadas.
Esta obra refleja los sentimientos de inocencia, amistad y el mundo que cada niño tiene por descubrir y muestra la jerarquización en una sociedad. Kenzaburo Oé juega con los sentimientos y emociones del lector que ve a través de los ojos del niño y le da a su obra un final inesperado pero a su vez lleno de enseñanzas. Aunque la narración de Oé es cruda y abierta deja profundas reflexiones en el lector acerca de la vida.
Esta obra hace parte de la literatura de postguerra y es un rechazo hacia la violencia, las armas y la guerra que tanto afectaron al mundo y que el autor vivió en carne propia. Busca reducir el desarraigo cultural que lleva a las personas a olvidar sus orígenes y aborda temas sociales, desde un humanismo crítico a través de la existencia del ser humano.
Oé aborda en sus relatos y novelas un estilo directo, de frases cortas pero contundentes, además de hacer reflexiones metafísicas. Su estilo es similar al de escritores existencialistas como Jean Paul Sartre y Albert Camus por el contexto histórico en el que se desarrollaron sus obras y denota la influencia que sobre él tuvieron escritores como François Rabelais, Honoré de Balzac, Edgar Allan Poe y Mark Twain.
Otra obra relevante de Kenzaburo Oé es “Arrancad las semillas, fusilad a los niños” escrita en 1958 y que junto a “La Presa” muestran los rastros que deja la guerra en las pequeñas poblaciones rurales sin importar en qué lugar del mundo estén.
“La Presa” es una interesante novela corta, con una temática reflexiva acerca de la existencia humana, de los valores y sentimientos más ocultos e inesperados que pueden tener los hombres, de las consecuencias que deja en estos la guerra y de la falta de tolerancia del ser humano con el que es diferente a él. Es un libro para quienes les gusta indagar sobre la existencia humana y para los apasionados por la literatura de la postguerra.

Reseña del libro "Aura" de Carlos Fuentes

Aura es una novela latinoamericana escrita por Carlos Fuentes en 1962, publicada por Editorial Norma en 1994. Felipe Montero, un joven historiador con dominio de la lengua francesa, llega a la casa de una extraña y anciana mujer que anuncia un trabajo bien remunerado en el periódico, en esta casa se encuentra con una joven hermosa que lo cautiva desde un principio, iniciándose una interesante historia llena de misterios que el lector irá descubriendo a lo largo del relato.
Esta obra evoca la novela gótica, donde se describen temas de la cultura popular, la relación entre lo angelical y lo demoniaco, la emoción, la religiosidad y hace una singular alusión al vampirismo y lo fantasmagórico, además está cargada de simbolismos que la hacen más interesante aún.
Aura refleja las tradiciones de pueblos como la fe en el poder de las plantas y lo sobrenatural, la mujer es vista como ángel y demonio donde la obra gira en torno a la fuerza vital y a la angustia que producen los lugares oscuros, cerrados, las enfermedades y las características psicológicas más profundas de los personajes, Consuelo, Aura y Felipe Montero. Alude a la mujer vampiro, como en la novela gótica,  donde la belleza y la juventud son el tesoro más preciado.
Carlos Fuentes hace una propuesta innovadora en la forma de narrar esta historia, a manera de monólogo interior o “flujo de conciencia”, el lector se convierte en el personaje mismo, sintiendo con él. Su contenido es interesante de principio a fin, mantiene en todo momento al lector en expectativa y su trama se va desenredando en el transcurso de la narración, llenando de dudas y emociones a quien la lee hasta terminar con un final abierto a la imaginación.
Se puede destacar de la obra la manera en que Carlos Fuentes la narra, eso hace especial y diferente esta novela, también el manejo sutil de los temas que dejan volar la imaginación del lector haciéndolo adentrarse en la lectura y hacer parte de ella de manera activa. Puede resultar en ocasiones difícil su comprensión, por la misma forma en que está narrada, por lo que necesita de lectores atentos, concentrados y apasionados.
Es una obra dirigida para quienes les gusta el suspenso, la tensión y la fantasía, para quienes les atraen las historias donde predomina la inverosimilitud y el misterio hasta el final.
Puede relacionarse con la novela inglesa Carmilla, de Sheridan Le Fanu, quien trata también el tema angélico-demoniaco en la mujer hermosa y joven por siempre que necesita de una fuerza vital para sobrevivir. En cuanto a la narración en forma de monólogo interior se puede relacionar con La muerte de Artemio Cruz del mismo Carlos Fuentes o Las Olas, Orlando y La señora Dallaway, de Virginia Woolf.
Carlos Fuentes fue distinguido con el premio Rómulo Gallegos en 1977, premio Nacional de  Literatura de México en 1984, Premio Cervantes en 1987, Príncipe de Asturias en 1994 y postulado al premio Nobel de Literatura en 2009. 
Para David Huerta, poeta, editor, ensayista y traductor mexicano, “Llamar a Carlos Fuentes un escritor mexicano puede parecer extraño y hasta un poco extravagante puesto que para muchos de sus lectores, en nuestro lengua lo mismo que en otros idiomas, su figura y obra son paradigmáticas: no es un escritor entre tantos otros, sino que es el escritor mexicano por antonomasia”.

Es una obra con lenguaje impecable, su estructura es ordenada lo que permite que el lector esté atento en todo momento y siga su lectura casi ininterrumpidamente. Es una obra que vale la pena ser leía por varias razones, por la innovación en su narración, poco común para los lectores; por su interesante trama, que mantiene al lector en expectativa en todo momento y porque el lector va a sentirse parte de ella convirtiéndose en un personaje activo dentro de la novela y no se queda como un simple espectador. 



martes, 14 de septiembre de 2010

Revolution 909 ¿Salsa de tomates o cómplice de una huída?

Por Giselle Bortot A.

 Un bar oscuro, los jóvenes suben y bajan por las estrechas escaleras iluminadas por luces intermitentes de color verde. Afuera del lugar hay una enorme fila, entradas van y vienen, mientras otros bailan rap en la calle esperando su ingreso. Adentro está lleno de humo, todos bailan y repentinamente se empiezan a escuchar gritos alternado con la sirena de un carro de policía. Los jóvenes corren en todos los sentidos y salen del bar a toda prisa. Uno de los policías baja del carro a hacer una inspección y entre la multitud dispersa choca con una chica de pelo rubio que se detiene frente a él sin poder evitar ver la mancha de salsa de tomates que escurre por el cuello de la camisa blanca de este.
 Aquellos tomates convertidos en salsa nacieron de una semilla que se volvió árbol y dio tomates verdes que maduraron y fueron recogidos, llevados hasta fábricas donde los seleccionaron y transportados en camiones hasta supermercados donde fueron comprados por una anciana, madre de un policía, que preparó con ellos salsa de tomates para pasta.
El policía, hijo de una anciana, come pasta con salsa de tomates empacada por su madre dentro del carro de policía y chorrea el cuello de su camisa blanca con esta, se baja del vehículo para entrar a un bar clandestino lleno de jóvenes que bailan rap. Allí, mientras todos corren en forma dispersa, se choca con una chica rubia que no puedo evitar ver la mancha de salsa de tomates que escurre por el cuello de la camisa blanca de este. El policía la mira también, la chica corre, los demás huyen, el policía vuelve la mirada y está solo, afuera de un bar desocupado.

¿Los funerales de una Mama Grande?

Por Giselle Bortot A.

Las Cazuelitas está ubicado al lado de un convento y en frente de una droguería. Su propietaria, Susana Bello, era quien atendía a todos sus clientes, que eran más o menos,  la mayor parte de los habitantes del municipio de Cajicá. En Las Cazuelitas se vendía cerveza, fritanga y más cerveza y todos los días, especialmente los fines de semana, el lugar estaba lleno.
Susana, la dueña y señora de este sitio, en el que además vivía, era gorda, de baja estatura, morena y con sombras azules en sus ojos y siempre usaba un delantal sobre su falda. Ella se sentaba en la entrada, en un pequeño banco con las piernas medio abiertas para poder sostener el peso de su enorme barriga, mientras saludaba a quienes entraban y a los que pasaban por el frente.
Definitivamente Las Cazuelitas era un lugar especial para los habitantes del municipio, no puedo decir con seguridad hace cuántos años que Susana lo había creado, sin embargo lo que sí sé es que desde que yo estaba muy pequeña y pasaba por el frente de ese lugar la veía ahí sentada, con su cara mal maquillada que me asustaba mucho y su descomunal gordura que parecía sacada de un cuento de García Márquez.
El pasado martes 24 de agosto, Susana Bello falleció. Días antes se había sentido muy mal, la llevaron al hospital donde dijeron que tenía una falla pulmonar por haber bebido y fumado mucho en su vida y problemas en el corazón por su alimentación a base de grasas. El médico la remitió a un hospital en Girardot para que pudiera respirar mejor, aunque esto no sirvió de mucho porque a los pocos días falleció. El miércoles el cuerpo sin vida de Susana ya había sido trasladado hasta Las Cazuelitas en Cajicá, donde fue velada, acompañada de sus familiares y numerosos clientes.
Su entierro fue monumental, el ataúd de Susana fue llevado desde su casa hasta la iglesia del pueblo por aproximadamente 15 hombres, a los que se les veía en la cara la fuerza que debían hacer para cargarla. Detrás de ellos iba un grupo de mariachis que tocaron y cantaron durante todo el trayecto y un río de personas vestidas de negro que lamentaban la partida de la Mama Grande.
La iglesia estaba llena de flores, había mucha gente, unos lloraban desconsolados, otros hablaban en voz baja de quién había sido Susana y otros simplemente fueron a mirar semejante acontecimiento que revolucionó el pueblo. A su entierro asistieron hasta sus vecinas, las monjas y novicias del convento; al salir de la iglesia se formó una enorme mancha negra que rodeó al ataúd, cantaron unas canciones junto a los mariachis y la acompañaron mientras caminaban hasta el cementerio.
Susana ya no está, pero sus clientes sí. Sus cinco hijos, al día siguiente del entierro, reabrieron Las Cazuelitas, porque como dice el dicho, el muerto al hoyo y el vivo al baile.